Bajando lo que se conoce como las gradas que conducen al campanario de la Iglesia Los Dolores, una de las iglesias más populares ubicadas en la capital de nuestro país, se descubrió hace muchos años un túnel que había sido muy hábilmente cubierto con ladrillos y adobes para evitar que este fuera a ser descubierto. Pero como sucede con cualquier gran edificación, el paso del tiempo hizo lo suyo y terminó destruyendo los adobes que tapaban el dichoso túnel. Fue cuando finalmente se pudo ver con claridad aquel túnel del que nadie tenía conocimiento de su existencia, ni siquiera los mismos encargados del lugar religioso.
Este lugar tenía un aura muy misteriosa, motivo por el cual muy pocos tuvieron el valor de penetrar. En el sitio se podían apreciar fétidos olores y rápido se empezaron a correr rumores de que en dicho sitio se podían presenciar entidades del más allá, nadie se acercaba por el miedo a encontrarse con los fantasmas de unos sacerdotes españoles que supuestamente fueron enterrados en ese lugar. Pocas personas de Tegucigalpa tuvieron esa información del túnel Los Dolores, porque quienes lo descubrieron hicieron un pacto de caballeros para no revelar lo que habían visto y las cosas que escucharon en su interior.
Al escudriñar la historia de la Iglesia Los Dolores, es muy fácil enterarse que, en efecto, se había construido un túnel que conectaba la Catedral con la Iglesia de Los Dolores pero no solo eso, sino que también existían otros túneles que comunicaban con ciertas casas donde se celebraban reuniones de alto nivel secreto entre sacerdotes y miembros de sectas religiosas. Ancianos que conocieron ciertas cosas sobre túneles, aseveraban que cuatro curas españoles fueron sepultados en dicho lugar y que desde aquella época comenzaron a escucharse lamentos y voces bajo la tierra.
¿Cual era aquel misterio que ocultaba dichos túneles? ¿Porque fueron selladas todas las entradas y salidas de los túneles? ¿Porque fueron construidos manteniendo un hermetismo sin igual? Todas esas preguntas aun siguen en el aire sin obtener las respuesta adecuadas que tanto se anhelan conocer pero las especulaciones fueron muchas. La principal de todas cuenta que tres hombres fueron contratados por un sacerdote español que era el encargado de la parroquia de Los Dolores, para que hicieran reparaciones en la pared, al comenzar a subir las gradas del campanario, al parecer la humedad del pasado invierno había terminado de deteriorar unos adobes y era necesario hacer las reparaciones solicitadas.
Comenzaron a hacer el trabajo y la pared que estaban tocando cedió, dejando al descubierto la entrada al túnel. Uno de los albañiles solicitó a sus compañeros guardar silencio y al día siguiente llego provisto de un foco de mano y de un machete además de nervios de acero. Sin pensarlo dos veces se introdujo en aquel oscuro túnel y comenzó alumbrando de un lado hacia otro, descubriendo en el trayecto pequeñas cruces clavadas en las paredes, hasta descubrir un crucifijo de oro puro que quizá perteneció a los antiguos sacerdotes. Tomó aquel tesoro y regresó al sitio donde sus compañeros vigilaban para que nadie se diera cuenta de su hallazgo.
Al ver el crucifijo, todos sus compañeros quedaron deslumbrados y su compañero les aseguró que posiblemente en ese túnel habían grandes tesoros esperando a ser descubiertos. Al siguiente día, uno de los albañiles se quedó en la entrada y los otros dos se fueron por el túnel con sus focos de mano, caminaron un largo trecho y el primero se extrañó, pero pudo más su ambición de encontrar tesoros y guardó silencio. Cuando llegaron al sitio donde encontraron el crucifijo de oro, los dos albañiles quedaron mudos de asombro, ahí sobre la pared estaba el mismo crucifijo que su compañero les había enseñado.
Desde el fondo del oscuro túnel oyeron unos quejidos y comenzaron a sentir un olor nauseabundo que los hizo retroceder completamente espantados. Cuando atropelladamente lograron salir sellaron el túnel haciendo un pacto de caballeros que establecía que lo que habían descubierto no sería revelado, lo escondido se quedaba así. Pero los secretos no duran mucho tiempo y con el correr del tiempo uno de los albañiles contó la historia que vivieron. Las cosas no pararon allí nomás porque después de que los tres amigos sellaron la entrada, varias mujeres de la Legión de María que acostumbraban a reunirse por las tardes en la mencionada parroquia de Los Dolores, escucharon en más de una ocasión varios quejidos que salían debajo de las gradas del campanario y así lo hicieron saber al sacerdote.
El religioso las acompaño varias veces hasta que una tarde él también escucho con claridad los lamentos y decidieron oficiar una misa por los difuntos que posiblemente penaban en aquel lugar. Hasta el momento no se sabe el motivo real por el cual se construyo esos túneles tan escalofriantes que permanecen ocultos en las profundidades de la parroquia.
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